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miércoles, 3 de mayo de 2017

MÁS ALLÁ DE LOS CABALLOS

No tengo por costumbre repetir tema 2 semanas consecutivas... y por eso mismo... voy a continuar con la narración que relaté el pasado miércoles!!!

Los que pasaseis por el Blog la semana pasada, recordaréis que, tras sobreponernos de la esquela hecha voz que fue la lapidaria frase de Quintas "Oh no... ya vieron los caballos", dejamos atrás al conjunto monumental ecuestre para dirigirnos al Monte Do Pazos.

Entre una cosa y otra, el reloj había acelerado su paso habitual, y el nudo en el estómago que nos provocó el vernos  tocando en tierras del más allá dio paso a un hambre atroz. Llegamos al hotel que cual Rock Stars teníamos pagado, descargamos nuestro equipaje personal, salvo los instrumentos y, como la pensión completa no entraba en nuestros emolumentos, fuimos a la caza y captura de un lugar en el cual alimentar nuestras renacidas almas a un precio más económico que en el Restaurante del Hotel.


En la misma carretera que conducía al lugar de nuestra futura actuación divisamos uno de esos clásicos locales de carretera con menús asequibles. Paramos ahí mismo, no sin haber sopesado que los lugareños recelosos no son habitantes exclusivos de Mozóndiga. Traspasamos la puerta del local y un sonriente camarero nos preguntó sobre cual era nuestro motivo para entrar en sus dominios. Le dijimos que, sorprendentemente, habíamos pensado en que tal vez se pudiese comer en su negocio. El hombre no dejaba de mirarnos fijamente y preguntó el ya clásico "cuantos son"? Le contestamos que 5 personas. Sin dejar de observarnos con una sonrisa perpetua en su rostro, empezó un breve y absurdo diálogo que parecía extraído de una no publicada novela de Kafka:

Camarero: "Mmmmm... Cinco... pues no va a poder ser..."
Alberto: "Vaya... no hay mesa libre? Parece que hay mucho sitio!"
Camarero: "Siiii... todo lo que ve está libre, pero hay un problema..."
Alberto: "No me diga... Cual es?"
Camarero: "Los manteles"
Alberto: "Los manteles??? Mire... no hace falta que saque los de navidad que bordó su abuela (pensé). Con unos de papel de los que tienen tooooodas las mesas que estoy viendo nos vale"
Camarero: "Noooooo... ese no es el problema"
Alberto: "Y cual és?"
Camarero "Que los manteles que tenemos son para mesas de 4 personas y ustedes son 5"
Alberto: "........................."
Camarero: "...................(sonriendo)"
Alberto: "Y cual es el problema? Juntamos 2 mesas y ya está"
Camarero: "Lo siento señor... pero es que como lo he dicho, cada mesa es de 4 personas, y los manteles son, por lo tanto, para 4 personas... tendríamos mantel para 8, y ustedes son 5".
Alberto: "Bueno... no tenemos problema en que nos sobre mantel"
Camarero: "Lo siento de nuevo señor... es que tendríamos que cortar el mantel, no quedaría bien, y daría mala imagen a nuestro negocio"

El problema no era la mesa y que quedase espacio libre!!! Era que nos iba a sobrar mantel!!!??? Lo estaba diciendo en serio??? Mala imagen al negocio??? Mala imagen daba el conservar un cartel de Mirinda en la fachada del garito! Una de dos... o el camarero estaba como un cencerro, o negar el sustento alimenticio a 5 metaleros le pareció menos arriesgado que explicarles su excusa de los manteles de papel!!! Decidimos dejarle con su sonrisa e ir sin más demora al Monte Do Pazos, donde sabíamos que había otro restaurante donde teníamos pagada la cena, así que era de lógica pensar que podrían hacernos el cambio por la comida.

Con la misma mirada atónita de Frodo observando los ríos de lava de El Monte del Destino, contemplamos la gran explanada donde se plantaba el enorme escenario en el que esa noche descargaríamos nuestro repertorio. En un extremo de la misma se levantaba un aparente Restaurante que Emilio y Jose ya conocían de una visita años atrás con otro grupo. Entramos y, esta vez sin miradas reticentes, una camarera nos invitó rauda a sentarnos. Le explicamos que tocábamos esa misma noche a lo cual instantáneamente preguntó "ah!!!! Son los Holandeses???" Algunos de nosotros no teníamos un acento catalán excesivamente fuerte, pero tampoco era para que nos confundiesen con habitantes de los Países Bajos! Le contestamos que no, que no veníamos de ahí, a lo que se marchó para ir a buscar al propietario del local. Conversando rápidamente dedujimos que nos había confundido con los Callenish Circle, vete a saber porqué. Aun cavilando vimos llegar a un hombre con aspecto de ser el Amo de allá donde alcanzaba la vista, ataviado con un delantal y parapetado tras una libreta donde tomar nota del menú. Era la viva imagen de Rodney Dangerfield, ya fallecido actor, padre ficticio de Juliette Lewis en Asesinos Natos. Se acercó a nuestra mesa y preguntó lo primero que le interesa a una persona del gremio de la restauración del Monte Do Pazos :"Son los Holandeses???"

"Bienvenidos, Holandeses!!!"

Una vez subsanamos el problema de comunicación que tuvo con su empleada, que no le informó bien de nuestra nacionalidad, intentamos hacer el cambio de comida pagada para la cena por la de la tarde. Pudimos comprobar lo férreos que eran los del lugar con las normas! Antes no pudimos sentarnos por no haber un mantel de "nuestra talla" y ahora era imposible cambiar la más cara comida de la noche por la de la hora de comer. Como la diferencia era a nuestro favor, tampoco discutimos demasiado.

El propietario de saltones ojos se deleitaba leyéndonos el menú y nos ofrecía orgulloso un plato de pescado. Todos fuimos pidiendo pero nadie mostró inquietud por el acuático plato. Él no parecía concebir que nadie hubiese hecho caso a su sugerencia, así que dijo "bueno... y traigo pescado para todos, no???". Le contestamos que no, a lo que se fue visiblemente contrariado, pero la cosa no fue a mayores, ya que, junto a los platos solicitados, vino un enorme centro de mesa con un pez que bien podría haber doblado al Tiburón de Spielberg en las escenas peligrosas. El hombre decidió que no podíamos perdernos aquella exquisitez, la quisiéramos o no!!! El enorme animal marino nos miró con la boca abierta durante toda la comida, a lo largo de la cual nadie se atrevió a tocarlo.

A la hora de los postres volvió a ensimismarse compartiendo con nosotros el secreto de su carta, haciéndonos especial hincapié en la Tarta de Queso. Ahí si que le secundamos todos... a excepción de Emilio. Al tipo casi se le salen los ojos de las órbitas! Emilio tuvo que explicarle que era alérgico al queso, y pidió otra cosa... otra cosa que él apuntó en su libreta mientras con mirada sombría decía con un marcadísimo acento Gallego "mmmm... no sabes lo que te pierdes...".

Tras aposentar los ágapes del Monte en nuestros estómagos, tomamos contacto con el enorme escenario. Hicimos pruebas de sonido hasta hartarnos, ya que el resto de las bandas estaban a horas de distancia del recinto. Empezó a llegar la gente y personal del festival nos hicieron sentir, esta vez de verdad, como estrellas, atendiendo a todos nuestros requerimientos e incluso pidiéndonos recuerdos para explicarles a sus colegas que habían estado con nosotros! Los vi lo suficientemente versados en la música para creer que no nos volvían a confundir con los Holandeses, pero aun a día de hoy me extraño de tan calurosa acogida! Es curioso que recelemos de cuando nos tratan bien... y los organizadores del Revoltallo lo hicieron, y mucho!

Llegó la hora del concierto. No me atreveré a dar una cifra de asistentes, pero sobrepasó en muchísimo a nuestra anterior mayor audiencia. El público flipaba con nosotros, pero ni la mitad que yo lo hacía con ellos! Con cada uno de nuestros temas se ponían como si nos conociesen de toda la vida, y lo vivían como auténticos fans! Rápidamente pasaron a llamarnos Muerte Silencio, un nuevo nombre que repetían sin cesar entre canciones. A veces se escuchaba "de donde los sacaron!!!!???", y no lo decían peyorativamente! A mi la situación me sobrepasaba, y aun me arrepiento de no haber interactuado más con aquel agradecidísimo público. Recuerdo que al acabar, yo, entre el subidón y los nervios, casi daba el último golpe a las cuerdas mientras me ponía a recoger para dejar paso a la siguiente banda, cuando unos chicos que estaban pegados a la valla más cercana al escenario gritaron que querían una púa! Púas? A mi? A ver... eso lo hacía yo cuando iba a ver a Slayer, por ejemplo... y ahora era yo el músico al que le rogaban por un obsequio? Si! claro que le di púas, y porque no llevaba más!

Mientras paseábamos entre los asistentes durante el siguiente concierto, se nos acercaban chicos para felicitarnos y decir que "menos mal que habían llevado a un grupo extremo de verdad". Un chaval que estaba en una caseta vendiendo camisetas, la dejó desatendida para venirse a hablar con nosotros durante un rato. Creía que en algún momento saldría alguna cámara oculta, pero no fue así. Supongo que fue cuestión de química, pero el público de Vigo y los "Muerte Silencio" entraron en una mística y oscura sintonía.

Fue entonces cuanto pude poner rostro a aquella apocalíptica voz que vaticinó nuestro fin ante Los Caballos. Quintas se mostró ante nosotros, y además de hablar largo y tendido nos pagó la cantidad acordada con tanta velocidad que parecía que le estuviésemos apuntando con un arma! Sinceramente, ni recordaba que habíamos llegado a un acuerdo económico aparte del alojamiento, cena y desayuno!

Aun ebrios de éxito decidimos cenar de nuevo en el Restaurante de curioso propietario. Ya sin la presión del concierto y con la adrenalina por las nubes, hubiésemos incluso aceptado varios platos de aquellos peces gigantescos que nos sugirió aquella misma tarde. Como no, al vernos nos preguntó : "qué tal les fue a los Holandeses?", a lo que respondimos que estaban por salir a escena. Impagable el momento en el que nos preguntó por nuestra opinión sobre su empanada Gallega, que hacían ellos mismos y que no era "nada comercial".

Tras la cena no pudimos más que seguir disfrutando del festival, ahora como público. Me vine tanto arriba que, haciendo el asno entre el gentío, me provoqué uno de mis múltiples esguinces intercostales. Estaba tan animado que casi ni me dolió (hasta 2 días después). Al día siguiente un largo viaje de vuelta a casa, y a la realidad, lejos de ese monte, de empanadas True, de manteles de papel indivisibles, caballos mortíferos... un escenario de fantasía absurda al que viajo mentalmente de vez en cuando, a escuchar gritos de "Muerte Silencio" y volver a sentirme invencible, aunque sea por unos segundos...

...Hasta aquí la historia, creedme, muy resumida. Os dejo hasta la semana próxima, a ver si encuentro mi pasaporte y corroboro mi nacionalidad.

2 comentarios:

  1. De nuevo una pasada de historia Hermano... Y me gusta mucho tu estilo y la fluidez con que se leen, y eso que escribir en tono de humor es de las cosas más difíciles a la hora de empuñar la pluma.
    Por cierto, felicidades con una entrada de retraso por tus primeros seis meses: espero que sigas al pie del blog durante muchos, muchos más...
    Como me hubiera gustado estar en aquel festival, sin duda me lo habría pasado de muerte... de Muerte Silencio jajjaja!!! Hubiera podido hasta presumir de ser amigo del guitarrista, eso sí con el careto más serio del mundo jajajjja
    En fin, bien está lo que bien acaba...
    Un abrazo y hasta la semana que viene!!!

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  2. Muchas gracias de nuevo, Hermano! No sé... yo siempre me he desviado hacia el humor, en la medida de lo posible, así que como siempre me muevo en este terreno no puedo estimar su dificultad. Ojalá hubieses podido asistir al festival! Hubieses constatado las verdades de lo expuesto! Un abrazo!

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