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miércoles, 7 de diciembre de 2016

SEGURO QUE LA LLAVE GIRA PARA ESTE LADO?

Creo que me equivoqué de profesión... Creo que me equivoqué incluso de vocación! Debería haberme hecho Director de Cine, y no sólo porqué, como ya vais leyendo, me monto unas películas yo solo que ni Spielberg hasta arriba de Absenta, sino porque compartiendo con vosotros algunas de mis experiencias me doy cuenta de que soy carne de Road Movie.

Si! Director de Road Movies! Esto debe tener una categoría de Oscar aparte, verdad? Como el Oscar a la Mejor Película de Un Profesor que entra como Sustituto en un Instituto Marginal, y otros géneros en si mismos!

Si ya leísteis mi aventura en la que era trasladado a la sala de espera del Averno a bordo de un Taxi Mercedes Clase E, (si no puedes hacerlo, o repetir incluso), y pensabais que mis problemas relacionados con la carretera acababan aquí... No!!! No os habéis equivocado de entrada!!! Ya llegará el giro de llave... o no!



Este verano mi mujer me planteó el hacer una pequeña escapada de vacaciones. Ella, experta como nadie en encontrar grandes ofertas cuando la ocasión lo requiere, me presentó ya un elenco de alternativas turísticas por precios más que asequibles, pues sabía que yo le iba a decir que no era el momento, que mejor ahorrar... Pero con los presupuestos que me presentó, el planing logístico, y que hacía 6 años que nuestro viaje más lejano era a casa de nuestros respectivos padres, y alguna competición atlética fuera de Catalunya... No podía ni quería decir que no!

Fuimos a un pueblo del Pirineo Aragonés, justo antes de que la temporada veraniega estallase cual lata de cerveza recalentada en la guantera de un coche (que bonita comparación... se nota que no me gusta el verano?). El lugar era precioso, y, por lo comentado de las fechas, casi desierto. El apartamento más que perfecto para nuestras necesidades, sobretodo para los niños, que se pasaron 2 horas entusiasmados recorriendo las estancias, colocando sus cosas en sus armarios, y repitiendo sin parar lo que les gustaba "la casa nueva".

Los primeros días transcurrieron plácidamente, y la mayor dificultad que tuvimos fue el hacer pasar a nuestro valiente Citroën C3 entre una pared desplomada de la carretera que lleva al Cañón de Añisclo, y una destartalada furgoneta de unos hippies franceses, que ya lo eran (hippies) antes del verano del amor. En una de nuestras escapadas visitamos el mayor pueblo de la zona, que tiene una increíble ciudad medieval, y allí que dimos con unas rutas muy sencillas junto al río, que poder hacer con los pequeños.

Todo estaba perfectamente planeado. Hora de salida, tiempo máximo de excursión para llegar a casa a una hora razonable, y una apetitosa carne de la región esperando para ser devorada junto a un caldo Somontano al regreso de nuestra pequeña aventura.

El increíble calor que nos acompañaba casi ni nos molestaba. Incluso Helia, no muy aficionada a recorrer grandes trechos a pie, lo llevó muy bien, y sólo pidió ayuda de mis brazos en un par o tres de ocasiones. Erik pudo divisar varias aves típicas de la zona, para su deleite... Ya os digo, todo como la seda, y 15 minutos antes del horario previsto, divisamos el coche en el aparcamiento que había justo al principio de la ruta, en pleno centro del pueblo! Lo que os digo, todo perfecto!

Pedí a los niños que se quedasen con su madre fuera del coche unos segundos mientras yo entraba y ponía en marcha el aire acondicionado, pues podríamos haber dejado la carne de la comida en el salpicadero sin miedo a que quedase poco hecha. "Venga Alberto, esto tiene que ser rápido... PIM PAM!!!, abre puerta, siéntate, como quema el asiento!, llave en el contacto, motor en marcha, todo perfecto! y ahora, si quieres conducir en condiciones, quita el candado del volante!... ui... debo ser yo... la llave no se gira para este lado? Ni para éste? Venga, que lo haces cada día, quita la pitoncita de marras y tira..." Demasiado bien iba todo!!!

Algunos estaréis pensando de qué candado pitón estoy hablando. Cuando el coche estaba recién estrenado y Vanesa y yo casi lo mismo en eso de conducir, compramos un bloqueo de volante para el coche. Consistía en un candado tipo pitón, que en un extremo iba anclado al chasis interior del habitáculo, y por el otro, sujetaba el volante con una pinza de acero, impidiéndole girar. Por costumbre siempre lo poníamos, y aquel día no fue una excepción...

Nada, que el candado no se abría. Durante unos 30 segundos que me pasaron como 30 horas, lo intenté sin éxito. Paré el motor, salí del coche, y avisé a Vanesa del problema. Ella me dijo que tranquilo, que me estaba poniendo nervioso y que por eso no lo conseguiría... que le dejase a ella. Si! Seguro que sería eso! Los nervios!... cuando al cabo de otros 30 segundos asomó por la puerta y me preguntó "seguro que la llave gira para ese lado?", supe seguro que el candado no se abría, pero si una caja que contenía un cúmulo de despropósitos que no hacían más que salir de ella!.

Mi preocupación inicial fue alejar a los niños de ahí y ponerles a la sombra, pues aquello empezaba a parecer el desierto de Atacama. Empecé a pensar en que tal vez el mucho calor había dilatado alguna pieza metálica del infalible antirrobo, puse el aire acondicionado a tope apuntando al artefacto, lo tapé del sol, esperé unos minutos, y aparte de gastar gasoil, fuerzas, y de sudar un poco más, no conseguí nada. Estaba claro que como no me pusiesen el apartamento en línea recta, apuntando desde el morro del coche, teníamos un problema para llegar.

Comentada la situación con mi compañera de fatigas, me hizo tranquilizarme, pues había un montón de soluciones lógicas: La asistencia en viaje del seguro del coche, un taller mecánico situado a escasos 50 metros del vehículo, en el mismo descampado/aparcamiento, el estar en una población "grande" (2000 habitantes frente a los 90 del pueblo donde estábamos instalados), además, la Guardia Civil no hacía más que pasar por ahí! "Piensa Alberto, aun no es ni la hora de salida prevista, y ha pasado aquí, no en plena montaña".  Empezamos con la primera de la lista...

... Muy amablemente, me descuelgan el teléfono en mi compañía aseguradora. Tras tomarme todos los datos (parecía que estaba contratando el seguro, más que requiriendo su asistencia), me preguntan por el problema. Primero no parecían entender qué era lo que no se abría con una llave... La puerta del coche? El contacto??? Bien, tras lograr hacer visualizar a mi interlocutor cual era el problema, me dice, muy amablemente, que no pueden ayudarme. Que si fuese la puerta la que no abre, o bien el contacto que no gira, no habría ningún problema, pero que al ser un elemento externo que yo instalé en el vehículo, lamentándolo mucho cual plañideras en día de entierro, no pueden acudir en mi auxilio. Como? Me estaba diciendo de que si la puerta o el contacto no funcionasen enviarían al Rambo de los mecánicos, abriría la culata de su cuchillo, sacaría una herramienta mágica y se solucionaría, pero que dicho Boina Verde vería que las técnicas que le enseñó el Coronel Trautman se veían inutilizadas como si el candado fuese un tanque acorazado, porque era un "elemento externo"? Me dijo que la alternativa era que, aunque no tuviesen porqué hacerlo, y por deferencia hacia mi ilustre persona, era hacer llegar a una grúa que transportase mi coche a un taller oficial de mi marca y que allí verían si podían o no arreglarlo, pagando aparte, claro. En vista a que la conversación no conducía a ninguno de los caminos que yo esperaba, colgué para, antes de que el taller que tenía delante cerrase, poder solucionar el asunto, e irnos a comer tranquilos.

Le comenté a mi mujer la conversación y que iba a hablar con el mecánico. De camino, intenté de nuevo abrir el candado, con la esperanza de que, igual que decidió no abrirse, pensase ahora en lo contrario y me diese una alegría. Negativo!

Entré en el taller y le expliqué el problema al que dijo ser el hijo del jefe. Muy solícito me acompañó con una herramienta sofisticada (un bote de lubricante). Yo, que no soy mecánico pensé que sabía lo que hacía, y que con su aceito rico en teflón, desatascaría el problema... Tras un rato probando, dejando que el aceite actuase, probando de nuevo, intuí que el chico no podía solucionarlo tan fácilmente cuando me preguntó: "Seguro que la llave gira para este lado?". Yo ya no estaba seguro de si la pitón iba con llave o con blue tooth. El "hijo del jefe" me dijo que llamase a mi seguro de asistencia, y que si no podía solucionarlo, su padre volvía a las 16:00 horas. Eran las 14:00 h, y estaba claro que la deliciosa carne de ternera del Pirineo que nos esperaba en la nevera del apartamento iba a tener que servir de cena. No era cuestión de hacer esperar a los pobres niños. Buscamos un sitio para comer, y seguro que con el estómago lleno nuestra mente vislumbraría un final más feliz que el de Que Bello es Vivir!.

 Pedí a Vanesa que entrasen en un Bar con menú, mientras yo intentaba la tercera de las leyes de la lógica que me impuso ella un rato antes. El uso de estar en la civilización.

Pasé por la recepción de un Hotel que estaba justo ahí delante, frente a mi pobre coche inmovilizado! En las recepciones de Hotel solucionan un montón de cosas, claro que si! Mientras como, seguro que me saben dar el teléfono de un cerrajero que acabe, ganzúa o radial en mano, con el problema. Expongo el caso a una chica que, por la cara que puso, si escuchó la palabra cerrajero fue en alguna serie de la tele. "Cerrajero? Es que aquí no hay de eso"... Aquí? Escuche, no estoy en un refugio de alta montaña, ni en bote en alta mar! ...de eso??? Le estoy pidiendo si conoce a un cerrajero, no a un neurocirujano dispuesto a operar a seso abierto en el descampado parking del lugar! Si! Un cerrajero de urgencias! De esos que con sus pegatinas mantienen la industria de limpieza de persianas y de fabricación de adhesivos de Barcelona! De esos que hay que hacer batidas para que no haya excedente! Parece ser que aquí llevaron la caza demasiado lejos y extinguieron la especie... Pues no, allí no habían. Recuerdo en un flash como cuando trabajaba en la tienda de Bicis, quitaba cada día 4 o 5 pegatinas de cada uno de los candados que cerraban el negocio! La chica, muy amable, me dijo que esperase, que recordaba que tenía apuntado un teléfono de alguien que podía encargarse!!! "Claro!!! Si es que no podía ser tan difícil!!!"... al cabo de 5 minutos reaparece y me dice "... es que no encuentro el teléfono". Emití un rugido que no sabía si era de mi garganta o de mis tripas, así que salí aturdido a comer con mi familia... Ah... Antes la chica me dijo: "pruebe a llamar a su compañía de seguro... o si no... ahí hay un mecánico, justo delante del coche!"... La situación empezaba a tomar un cariz de tragicomedia...

... En el Bar de Menús encontramos un pequeño oasis de paz. Resguardados del sol, y con un simpático encargado que nos escuchó, nos confirmó que la raza del cerrajero de urgencia era sólo un recuerdo por aquellas latitudes, y que si alguna tienda tenía algún problema con las persianas, lo solucionaban entre ellos, cizalla en mano. Si! Habéis acertado! Le pregunté si tenía una! Pero parece ser que su persiana no fallaba nunca! Mientras metía comida en mi cuerpo (porque con los nervios os puedo asegurar que ni saboreaba nada), aproveché la amabilidad de ese hombre para preguntarle por donde estaba el cuartel de la Guardia Civil del que procedían los que no hacían más que patrullar por la zona y que justo en ese momento no veía. Me lo indicó, y él apoyó mi idea. "Porqué vas a pagar 30 euros al mecánico ese si vendrá el guardia en un momento con la cizalla y segará el candado como si fuese mala hierba?". En cuanto acabé de engullir el postre, y con la tranquilidad de que el encargado del Bar nos dijo que ni se nos ocurriese salir de allí sin haber solucionado el problema, pidiésemos o no pidiésemos consumición, fui en busca del cuartel de la cuarta opción de la lógica.

Realmente no estaba lejos, pero el calor, el desconocimiento de la zona y los nervios, me hicieron largo el camino... además para comprobar como el cuartel sólo habría 3 días a la semana, por la mañana... En caso de urgencia había que llamar directamente al 062. Yo era consciente de que urgencia era otra cosa, pero para mí era ya cuestión de vida o muerte, así que marqué las 3 cifras mágicas. Mi interlocutora me confirmó que, en efecto, mi caso no era comparable al de un robo o asesinato, pero que de todas maneras, ellos no tenían la potestad ni las herramientas para poder romper el candado. Noooo!!!! La potestad se la daba yo abriendo el coche, y las herramientas... claro... pueden echar puertas abajo y no pueden reventar un candado? Como no, me invitó a llamar a mi seguro, buscar a un mecánico cercano (lo del cerrajero no me lo mencionó, con lo cual confirmó la extinción de la especie)... y que si seguía con el problema, les llamase.

Volví al Bar de Menús cabizbajo... la situación era muy extraña. Una asistencia en viaje que no podía asistirme, un mecánico junior que apelaba a la ausencia del mecánico senior, un cuerpo de seguridad inseguro ante mi temible C3, y yo allí parado como un idiota, a sólo 12 kms de "casa". Sólo quedaba esperar que llegasen las 16:00 horas, y que el Padre de Todos los Mecánicos llegase a la zona verde. Por si acaso, busqué en internet teléfonos de cerrajeros de la zona. Di con una empresa de servicios que me aseguraron de que en 1 hora se pondría en contacto conmigo un cerrajero cualificado por si aun lo precisaba.

No sé si era cierto o no... pero el hijo del jefe me dijo que había hablado con su padre, que no iba a venir, y que además, no sabía arreglar "de eso". Le indiqué, por si había quedado duda, que iba a pagar la ayuda, que no estaba pidiendo un favor por mi cara bonita, y que si no podía romper el candado con una radial. Uffff... Era una cosa de lo más complicado!!! No era tan fácil, aseguraba!!! Literalmente "saltan muchas chispas y esquirlas de metal, y puedo dañar el interior del coche". A ver... yo había visto cortar cosas peores con radiales, y si, saltaban chispas, pero no le estaba proponiendo fundir el candado con un lanzallamas, y si quedaba alguna esquirla, prefería la perspectiva de clavármela en el trasero a la de pasar la noche al raso con mujer y 2 niños al resguardo del Citroën! Pero no... ya se veía que, por el motivo que fuese, estaba decidido a no ayudar, pero no sabía decir que no.

A todo esto, yo iba intentando girar la llave cada vez que pasaba por delante del vehículo, de manera que me hice una ampolla en el dedo de tanta prueba. Volví a nuestro refugio. El hombre del Bar estaba enojado con la situación, y me insistía con hablar con la Benemérita. Mi mujer les llamó, le dijeron que ya había hablado yo con ellos, y tras mucho implorar y perder los nervios, le dijeron que enviaban a la patrulla de la zona.

Llegaron raudos y veloces. Uno de los miembros de la pareja intentó abrir el artefacto más seguro del mundo, me preguntó si estaba seguro de que la llave giraba en esa dirección, lo intentó de todos modos para cualquier lado, pasó por las cuestiones de rigor acerca de mi asistencia en viaje y de si había solicitado ayuda al mecánico de al lado... Cuando les expliqué los quiebros del hijo del jefe se llevaban las manos al tricornio (con todo el cariño, que todo hay que decirlo, fueron muy amables conmigo), y ahí tuve un Jaque Mate en 2 jugadas que no aproveché: me dijeron que volviese a hablar con el mecánico y que si se negaba, ellos se quedaban ahí, y que se lo dijese. Pasé de nuevo por el taller multimarca, y ahora el problema no eran las llamaradas descontroladas y la metralla que soltaría la radial, sino que el coche estaba en la calle, y que allí "no había enchufe". Claro, supongo que si no había cerrajeros de urgencia tampoco existían los alargos de electricidad que tienen en todos los talleres. Estaba claro que no quería hacerlo y punto. Era mi ocasión de mover ficha con la propuesta de los guardias de presentarse e imponerse, pero me pudo mi... llamémosle estupidez. Si, si fuese Darth Vader hubiese retorcido el pescuezo a ese aprendiz de cambia aceites sin dejar huella, pero entendía que si no le daba la gana ayudar, obligarle respaldado por "la autoridad" era algo que no era justo, que él podía escoger a quien ayudar y a quien no... si... llamémosle estupidez...

Salí del taller y allí estaba la patrulla, a los que dije que no se preocupasen, que volvería a llamar a mi asistencia en viaje, y que llevasen el coche donde fuese... Más talleres habría por ahí... A todo esto, ya eran las 17:00 horas... y recibo la llamada de la empresa de servicios que iba a salvarme la vida, que me comunicaban que el cerrajero no iba a poder pasarse de urgencia, y ante mi pregunta de si mañana podría (puestos a volver al día siguiente por el coche), me respondieron que es que en realidad no localizaron a ningún profesional de la especialidad. Me quería morir.

De nuevo al habla con mi aseguradora, me informan de que me van a hacer llegar la grúa que, tal y como me indicaron, llevará a mi coche a un taller de mi marca (aun sin saber explicarme porqué no a cualquier taller). Ante mi pregunta de donde estaba dicho taller (esperando escuchar si estaba en la calle de al lado, o en un polígono del pueblo), me hicieron saber que se encontraba a 50 kilómetros! Ese chiste sobraba! Yo ya estaba muerto de risa, y no hacía falta que viniese Chiquito de la Calzada a pisotearme mientras gritaba JAAAAAAAAAAARL!!!! El panorama pintaba tan rocambolesco como que, en lugar de encontrar a alguien que abriese un candado, debía:

-Ir con la grúa y con el coche a un taller situado a 50 kms.
-Por la hora que era, posiblemente no solucionasen el problema ese mismo día, si es que lo solucionaban, con lo cual debería o bien dormir en esa localidad, o bien coger un taxi que me llevase a mi apartamento. Si esa era la opción escogida, otro taxi al día siguiente para recoger el coche del taller una vez solucionado el lío! 100 kms de taxi, ala! Multiplica por la tarifa!
-Mi familia debería coger un taxi para volver a nuestro lugar de alojamiento, aunque 12 kms se antojaban pocos.

La situación se me escapaba de las manos. Parecía que en lugar de estar en un pueblo "grande" y turístico, estaba en una carretera de la Texas profunda, con balas de paja cruzando la carretera, observado por un gasolinero endogámico llamando por teléfono a su primo Bobby para informarle de que había una presa a la vista.

Había vuelto a intentar abrir el candado como 1000 veces, con la mencionada herida en la mano. Incluso, con aquello de perdidos al río, aporreé la cerradura con utensilios varios que tenía en el coche, de forma que rompí de todo menos el mecanismo de cierre. Sólo me quedó ponerme en trance y usar la fuerza al más puro estilo Sith para destrozar la cadena blindada! Me sentía como Ed Harris en Abyss, cuando queda atrapado en un pequeño submarino que se está inundando poco a poco, sólo tiene que sacar un panel para parar la vía de agua, y sin herramientas grita "Mierda, sólo necesito una llave inglesa"! Me hubiese ido mejor en el papel de Vader, y con un sable laser no me hubiese importado dejar un cacho de volante en la liberación de mi coche.

De repente todo dio un giro inesperado. Recibí la llamada del gruista que debía venir a llevar el coche a un taller lejano. Tenía 2 ideas. La primera, pedirle si podía llevarlo a otro taller de allí mismo, pasando de las indicaciones de la aseguradora (que no fuese el taller que tenía delante), y la segunda, ya puestos, que lo llevase a mi casa de verdad! Estaba claro que la segunda iba a ser que no, pero la primera era posible. Pero el hombre, antes de que yo mencionase nada, hizo lo más simple y lógico: "qué le pasa buen hombre? Es por si me ahorro tener que llevar la grúa, si se lo puedo arreglar yo mismo...". Una vez enterado del problema vino con el siguiente arsenal: Coche taller, radial, grupo electrógeno donde conectarla, una manta para tapar los asientos, y su mujer para ayudarle!!! Había pasado de vivir una película de terror en la que acabaría siendo devorado por un hijo de jefe de taller a otra de esas de post segunda guerra mundial en la que los buenos son buenísimos! Si! Y el Buenisísimo estaba allí para ayudarme! El hombre y su mujer pusieron la manta con el cuidado del servicio de habitaciones de la Suite de un hotel de lujo, tapando todo para que no hubiese ningún elemento incendiario malintencionado (cosa que no hizo falta porque dirigió las chispas como si fuese un pastor de las llamas), y cortó al maligno hecho acero en 7 segundos. Sólo me pidió que le firmase la hojita conforme había pasado, y adiós muy buenas! Le di a aquel hombre el apretón de manos más sincero que creo he dado en toda mi vida! Ahora lo pienso y le debí invitar a algo, pero yo sólo quería salir de allí! Finalmente y sobre la campana se solucionó todo de la forma más sencilla y aparentemente lógica posible!... con toda la lógica que conlleva el tener que dar la vuelta entera al planeta para llegar al mismo punto en lugar de quedarse uno parado!

Cogí a la serpiente de metal como si fuese realmente un reptil muerto y putrefacto, y lo tiré en el primer contenedor disponible, ignorando el reciclaje, con ganas de desprenderme de él lo antes posible, como si fuese a volver a la vida y a encadenarse de nuevo al volante! Volví al Bar de Menús, y me sentí como un deportista de equipo que ha hecho una heroicidad en el campo de juego y entra al vestuario el último, sabiendo que recibirá una ovación de sus compañeros! jajaja! menuda heroicidad hice, ninguna! Pero así me sentía!!! Había arrojado al monstruo a lo más profundo del abismo en forma de contenedor de basura!

Como sabéis, por muchos brochazos de humor que le de a las situaciones que cuento, todas son reales, pero ésta en concreto, por muchas manos de pintura que le aplique, deja una mancha de humedad que no acaba de desaparecer... aun hoy, intentándome reír de la situación, me vuelve el regusto amargo de lo que pudo ser un mal final de unas vacaciones que igualmente acabaron siendo estupendas.

Epitafio: A veces, en las oscuras noches que se ciernen en el final de este otoño, sueño despierto con volver a aquel pueblo, llevarme al hijo del mecánico en mitad de la noche, encerrarlo en algún cuartucho de una nave abandonada, dejando en el interior una llave quebrada, y susurrando a través de la cerradura, como la últimas palabras que escucharía en su vida: estás seguro de que la llave gira para ese lado?



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